Mientras escribía su dedicatoria en un reluciente “Principito”:
“Esta es la versión de Saint Exupéry que buscaba, ojala sea parte de nuestra biblioteca en la casa de la montaña o de la que podamos “encontrar” juntos. Y si encuentras a tu “Principito” yo seré tu rosa para siempre. CHO MASSS!!! ¡Feliz cumpleaños mi vida!”
La melodía de su teléfono móvil se estrelló contra el silencio del salón de la casa, Guzmán, en el visor, avisándole que Él, estaba allí... una vez más, cómo casi siempre, por encima de todas las circunstancias, uno, al mismo tiempo, pensaba en el otro...
— ¿Y qué haces tú llamando a esta hora? — Dijo—un tanto confundida.
—Iba a llamarte más temprano aún, es que no puedo más, te echo mucho de menos, coge un autobús y vente para aquí ahora mismo—
No hizo falta mucho más, aunque los nervios, soltaron el control estrepitosamente. El cuerpo se volvió torpe, tembloroso, rechinábanle los dientes como si tuviera frío... y por la ventana, se colaba un aire espeso con cuarenta grados de agosto madrileño...
Así... armó una maleta, entre el enloquecido borbotón de pensamientos que aún no comprendían realmente que pasaba, a que iría... La empujaba el amor, la sensación inexplicable que había sentido desde que había estado con él la primera mañana y primera vez que se había guardado sólo para ella, durante un tiempo, las exquisitas sensaciones del corazón, tan unido, en esos momentos al alma... Quería estar segura que no era un espejismo ni un deseo prematuro de suplir, o rellenar el agujero del desamor y el desencanto...
A las diecisiete y treinta salió de su casa, no había podido comer nada, apenas unos sorbos de agua, que parecían multiplicarse de inmediato en gotas de sudor, deshidratando toda la adrenalina, mezcla de miedo... alegría... incertidumbre... esperanza... ESPERANZA, que por su condición nunca había perdido: “plata o mierda” como dice constantemente su padre...“Pucha —pensó— cuanto de él marcado en mis genes, en mis actos de locura”.
Como una autómata bajó del metro para ingresar a la Terminal de ómnibus, el gran reloj del inmenso recinto indicaba las seis y cuarto de la tarde. Temblando se acercó a la ventanilla de venta de billetes, preguntó cuál era el próximo autobús con destino a Mieres (Asturias).
—Diecinueve horas— dijo la joven detrás del vidrio. Se sintió conforme, no sería tan larga la espera, lo suficiente para comprar algo para comer e intentar tranquilizarse. Sin embargo, a medida que transcurrían los minutos, su corazón más se aceleraba. Estaba segura que llamaba la atención, era un torbellino de movimientos torpes, le temblaban visiblemente las manos, lo notó en la mirada de la empleada de “Rodilla” dónde compró cosas, que ya ni recuerda. Llevaba puesto su pantalón preferido color naranja -tipo explorador lleno de bolsillos- dónde iba depositando y sacando cosas que al instante olvidaba. Ya en la plataforma de salida, delante del bus que le correspondía, extrajo de la máquina expendedora una botella de Coca-Cola para apagar la sed. La abrió inmediatamente de caer y, lógicamente, el gas hizo su espectáculo. Cómo si no había atraído ya suficientes miradas... Cuál botella de champaña regando por un triunfo, se impregnaron manchas abstractas sobre su ropa, la maleta y parte del billete que sujetaba, casi con furia. Limpió lo que pudo con una toalla de manos que llevaba en el bolso, depositó la maleta dentro del baulero del autobús, fue al servicio y decidió que lo mejor sería buscar su asiento -el número once- esperar por la partida y enviarle a él, un sms para que supiera a que hora debía recogerla... No conseguía con nada calmar su adrenalina -sintió miedo- era demasiado galope para su ritmo cardíaco “a ver si me da algo”-pensó- En esas condiciones pulsó las teclas del móvil para escribir el mensaje: “toy en el bus, salida 19 hs NERVIOS DESCONTROLADOS”. Mientras escribía desorbitadamente, sonó el pitido con la recepción de un nuevo sms: “a q hora llegues?” E inmediatamente de recibir el de ella, el siguiente de él: “yo tb, intenta dormir, buen viaje mi vida”.
Ya en marcha el bus hacia la carretera, hizo algunas inspiraciones profundas, exhalando suave para armonizar las palpitaciones y comenzó a ejecutar lentamente algunos de los ejercicios de control mental que alguna vez había aprendido. Buscó acomodo entre los dos asientos -no tenía acompañante- decidió sumergirse en la película que empezaba a rodar y a comer algo de lo que había comprado... Su estómago, que ya era una ruleta de casino, crujía de hambre...
Al terminar la película volvió a su cuerpo y descubrió que por fin, se había tranquilizado. Poco faltaba para la primera y única parada a mitad de camino. Allí comenzó a tomar conciencia, a entrar en esa rara conexión de “viajes” consigo misma, “viajes” que ha ido experimentando durante toda su existencia sin necesidad de droga alguna. Y recordó entonces que aparte de Él, por primera vez llegaría a Asturias, ese lugar que le hacía ilusión sin tener en claro “porqué” ¿otras vidas? no lo sabía, estaba tan confundida en los últimos tiempos con relación a todos los vertiginosos sucesos de su zigzagueante destino...
Esta emoción comenzó en ella antes de la irrupción de él en su vida. Ni bien llegó a España la inundó Asturias por todos los sentidos... sabores, aromas, el sonido en el vaso del chorro de sidra y el color verde cristalino del jugo de la manzana... El acento Asturiano de algunos de sus incipientes amigos, mezclando en el castizo, palabras en bable, que rápidamente caló hondo como música en sus oídos. Por ellos supo de la geografía y alucinó con “carne de gallina”. En muchos de sus “viajes” se veía sentada en un escritorio de madera maciza, al lado de una ventana, ni tan grande ni tan pequeña, una cortina etérea de voile blanco, movida por una tenue brisa. Abajo... la vista de enormes acantilados -precioso dibujo de la naturaleza- con el inmenso mar azul rompiendo en olas espumosas, contra rocas encantadas de ser bañadas con sabor a sal y algas marinas. Arriba, una alfombra en verde intenso de hierba mullida, con ese característico olor de la tierra húmeda... Sobre el escritorio, un tintero, una pluma y hojas apiladas ávidas de escritura... Detrás de ella una mano sobre su hombro, una mano serena, con esa tibieza que persigue en todos sus relatos, en la búsqueda y el trazo de su historia. Esa búsqueda que la lleva incompleta por los senderos, a pesar de los momentos conmemorables, que le ha regalado la vida. No obstante ellos, siempre se supo melancólica, perdida en “sueños” que a esta altura, había empezado a creer que sólo habitaban en el altillo de las fantasías...
El conductor anunció que pararían por veinticinco minutos, bajó del autobús, el viento fresco le envolvía y enmarañaba el cabello, el cambio de clima comenzaba a sentirse...
Fue al servicio, al salir prendió un cigarrillo dentro del parador, observó al resto de las personas, clásica costumbre... Recibió un sms: “y? hace frío en Villalpando? ja!” Sonrió... levantó la vista y vio frente a ella un teléfono público, decidió contestarle en directo sin consumir el poco saldo que le quedaba en el móvil... Lo llamó y le dijo: “Un poco fresco nomás”... Hablaron unos breves minutos, los que adjudican un euro para una llamada y se despidieron con un: “pronto nos vemos”.
Continuando el viaje, el cielo oscuro anunciaba la noche, comenzó a estar inquieta, no sobresaltada, pero inquieta... ahora comenzaba a palpitar mirando a través de la ventanilla como iban cambiando las superficies del suelo a medida que corrían los kilómetros. Lamentó la noche... —Procura llegar de día— le había dicho él—y observa el paisaje—
Ya en carretera de montaña -avisado además por un cartel- vio la inmensa luna llena gigante, amarillenta, extraordinariamente luminosa que se elevaba por encima de los picos de las montañas, convirtiéndose entonces en su fiel compañía... Era la única fuente de luz natural -transmitida por el sol- que “encendía” e iluminaba su trayecto. Algunas lucecitas artificiales cada tanto se divisaban abajo, en los valles, indicando diminutas poblaciones que le hicieron suponer una vida diferente, imaginó que probablemente allí se conocerían todos, que cada uno sabría el nombre de los hijos de los otros y hasta sabrían cuando alguna perra del poblado tendría cachorritos... “Que bonito” -pensó- recordando su pueblo.
El paisaje siguiente la dejó sin aliento, comenzó a emocionarse. Un imponente lago sereno y cristalino como un espejo, reflejaba la sorprendente imagen de aquella potente e inolvidable luna que alumbraba, como para ella, el auténtico contorneo de mágicas montañas... ¡Era tal la emoción! Que le escribió un nuevo sms: “toy flipando!!! La luna llena ilumina el paisaje!!!!” Y él respondió: “y no sabes lo que ye de día!
En un momento del trayecto, el autobús se metió -literalmente- dentro de una gran montaña en un túnel construido por la mano del hombre... involuntariamente su corazón comenzó a bombear, se sintió confundida en los tiempos y espacios... Divisó entonces una bruma a la salida del túnel, como niebla, aunque parecían nubes abriéndose, para que ingresaran al cielo. Catalina tenía la sensación de ir viajando en el techo del bus, a la intemperie, porque “percibía” y “respiraba” la humedad que inmediatamente se convirtieron en lágrimas que corrieron por sus mejillas... La embargaba una honda emoción indescriptible...
La sorpresa vino, cuando al salir del túnel, leyó un letrero:
“BIENVENIDOS AL PRINCIPADO DE ASTURIAS”
A mis amigos asturianos, especialmente a Marianne y Fran.
4 comentarios:
Un relato con un ritmo perfecto, las palabras caen con facilidad haciéndote partícipe de la emoción de la protagonista. Muy bueno.
Gracias Fran! Abrazo!!! Te estoy quedando en deuda.
Me ha absorbido la lectura de tu magnifica entrada y me ha transportado a las tierras asturinas que conozco.
Soy andaluza, de Marbella, pero he ido varias veces a Asturias y me gusta muchp.
Has descrito muy bien su paisaje y su clima, así como su ambiente.
Me ha encantado el argumento de tu entrada y el ritmo de tu historia.
Vengo del Centro Poético, me ha encantado venir, porque me ha gustado tu blog.
Besos, hasta pronto
Encantada de recibirte en "casa" Demofila. Muchas gracias por tus palabras, sin ellas, los autores somos invisibles.
Espero conocer Marbella alguna vez...
Saludos.
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