“Antes de que las nubes se tiñan de rosa, tiene que emprender el regreso a casa.”
Propalándome, con espasmos en el pecho, la garganta reseca y las piernas desvencijadas, precipitada salté las cretonas de mamá. Se entrecortaba el aliento mientras repetía como un mantra: "Que no haya llegado, que no haya llegado". Las nubes eran negras y la amenaza de tormenta se encaramaba más adentro que afuera.
Se me hizo la noche… Y no era la metáfora, desde entonces, es el dicho más oscuro que detona en la memoria. Tenía permiso para jugar, de andar por el barrio, trepar a los árboles, montar en bicicleta, llegar a la playa, e incluso, hasta escaparme de la siesta. Todo, menos, desafiar al crepúsculo.
Diana no se movió, yacía echada en el patio, como en penitencia, al lado de mi padre. Él me miró sin decir nada y la perra escondió el hocico debajo de la pata delantera izquierda… Nunca supe si era zurda o si se mimetizaba con papá. "¡Uf, me salvé!" –dije para mis adentros– y emprendí la rutina nocturna: Calentar agua, una buena lavada en el latón y ponerse el pijama. Dejar la ropa preparada sobre la silla para la mañana siguiente, la túnica blanca ¡y no olvidarse de la moña azul! –suponía una importante reprimenda de la directora de la escuela– “Es una ofensa a la bandera” –decía–. Luego la cena, e inmediatamente hurgar en búsqueda de un nuevo libro que sosegara los últimos hálitos de mi infante verborrea.
En cuatro patas me deslicé debajo de la cama matrimonial “No te ensucies el pijama” refunfuñó mamá.
Ávida de mitos y leyendas, tironeé con fuerza de la pesada y antigua valija donde conversaban en voz baja, Dante Alighieri, Ágatha Christi, Julio Verne, Horacio Quiroga y otros… Hasta que los enormes pies, dueños de los pasos de mi admiración profunda, eran, en ese momento, el obstáculo sugerente de que algo, andaba mal. Alcé la vista al mismo tiempo que su mano, aunque cálida, inmutablemente me detenía.
"Por una semana, le está completamente prohibido usar la biblioteca, señorita"
***
A partir del 18 de Octubre de 2010, mis escritos están dedicados a María Cuitiño (Mariucha) mi maestra de primero, quien realmente me enseñó a escribir.
Danik Lammá
5 comentarios:
al margen de continuar escribiendo (faltaría más)...te importaría mucho,seguir reeditando cositas ?
besos
Muchas gracias por compartir tus relatos. Es un verdadero placer leerte. Un abrazo.
Estoy en ello Txema, espero poder descuartizarme jaja Un besazo y muchasssss graciassss!!!
Soledad: el pacer es mío de compartir rumbo. Otro abrazo :)
Un lujo poder visitar tus letras
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