La cena se enfriaba en la mesa cuando llegué. El gato, deambulaba desorientado por la habitación en penumbras. Maulló cuando me vio. Tutankamon, aún sujetaba con su imán, la nota en la nevera: “¡Feliz aniversario! Yo cocino, tú emborráchame de felicidad.” Sonreí. Olía a limón y a vainilla. Todo estaba en su sitio, salvo que, Diego, brillaba por su ausencia. — ¿A que olvidó el helado de pistacho? — Me asomé al balcón, alertada por las sirenas. De la ambulancia, bajaron una camilla. Entonces lo vi… doblado por la mitad.
— ¡Ayuda por favor! ¡Es mi mujer! — Gritaba repetidamente, roto de pena.
— ¡Ayuda por favor! ¡Es mi mujer! — Gritaba repetidamente, roto de pena.
4 comentarios:
Jo, que relato más triste. Uffff...
Abrazotes y buen finde. :)
Es parte de la vida y con la muerte no acaba.
Buen finde a ti tb. querido.
Estimada Danik:
Disculpa que use este medio para contactar contigo pero no encontré dirección de correo electrónico en tu perfil. Sólo quería comunicarte que enlacé tu página desde la mía. Creo que tienen ciertas afinidades que pueden hacerlas interesantes a un mismo tipo de lectores.
Un cordial saludo,
PABLO GONZ
http://pablogonz.wordpress.com
Gracias Pablo. Nos comunicamos vía facebook. Saludos.
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