No dije que lo sabía. Me hice cómplice y disimulé la grave enfermedad. Opté por mentir con descaro, sin hacer balances. Sonreí a cada gesto. ¡A él le costaba tanto mirarme! Volvió a colgarse la medallita grabada -Moni te ama- y a contar chistes vulgares. Practicamos el Kamasutra, hasta debilitarnos. Conseguimos leer -juntos- ¡por fin! “EL camino de las lágrimas”. Inolvidable. Empero, el desenlace, no se hizo esperar. —Lo siento—dije— entre sollozos, sin apartar la vista de la preciosa joya de compromiso —No se trata de un catarro pasajero. Los dos sabemos… La decepción terminal, es un mal incurable—
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1 comentario:
Uff, duro desenlace. Estas cosas de la vida limitada siempre me ponen los pelos de punta.
Besotess
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