No dije que lo sabía, solo cosas intrascendentes, tales, cómo recordarle que los calcetines se llevan del mismo color que el pantalón. Que prefiero miel antes que edulcorante… Sonrió cabizbajo al habitual monólogo, silenciándolo en un abrazo prolongado. En sus ojos tristes, vi reflejado mi pelo que parecía un nido de golondrinas. Arreglé por último, el cuello blanco inmaculado de su camisa y le di un beso en la punta de la nariz. Hace cinco años hoy, que me he marchado. Jamás respondí un e-mail. Y nunca sabrá, que ese maldito día, escuché su buzón de voz. Descubrí la clave.
jueves, 20 de mayo de 2010
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