La multitud de las gradas se alzó en pie con un largo ¡ohhhhhhhhhhhhhhhh! seguido por unánime silencio, ante la confusa embestida, del añojo astifino. – ¿Este el momento de cortar el rabo no? –Interrogó el toro a las autoridades, aplomado y rojo de la vergüenza, viendo venir a las vacas locas. Éstas, rompieron toriles, entraron a la palestra y lo sacaron a hombros, por la puerta grande.
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