"No me dé consejos si no conoce mi sufrir". Citaba a Freud. Sabía -se lo dijo a él también- que una mañana, de esplendoroso día -tal y cómo se lo había aseverado su padre- al levantarse, se calzaría los zapatos y los sentiría diferentes, como un guante de cabritilla, y ese día, comenzaría de nuevo.
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