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En el bosque desaparecieron las hadas, los cardos titilaban en cada desvanecimiento de una estrella, mientras se agitaba mi sangre, sin saber que me pasaba. Me tendí en la hierba húmeda y dejé que el rocío me impregnara la cara. Me temblaron las piernas y en el lago, dos cisnes emparejados bailaban en acople, el romance de su danza.
Debajo de mi falda, presa entre las piernas, palpitaba entonces el candor de una rosa, mientras mis dedos incoherentes, amalgamaban el pistilo que a mi inocencia derrocaba. Entre la soledad y el silencio de una mañana de verano, fue el croar de una rana el susto y el quebranto de la hazaña. En mi cerebro detonaron ipso facto las palabras de mi madre: “Siempre habrá dos ojos que te estén mirando”.
Debajo de mi falda, presa entre las piernas, palpitaba entonces el candor de una rosa, mientras mis dedos incoherentes, amalgamaban el pistilo que a mi inocencia derrocaba. Entre la soledad y el silencio de una mañana de verano, fue el croar de una rana el susto y el quebranto de la hazaña. En mi cerebro detonaron ipso facto las palabras de mi madre: “Siempre habrá dos ojos que te estén mirando”.
Premios y Reconocimientos
GAME OVER - Minificción destacada en:"Minificciones destacadas"
MENÚ DEL DÍA - Minificción finalista Concurso Julio 2009 (Minificciones de Carolina Fernández Argentina)
VADEMÉCUM - Minificción destacada en: "Minificciones de Carolina Fernández Argentina"
AMOR PROHIBIDO - 2º Premio Poesía Julio 2009 (Comunidad de Escritores y Poetas Argentina)
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