martes, 12 de octubre de 2010

Que las hay, las hay…


Había aceptado cumplir el rol del muñeco. Juan, treinta y tres años, actor. Volvía al teatro luego de su larga reclusión para recuperarse de adicciones varias, las que comenzaron con el alcohol, a los veintinueve, cuando apareció degollado en la escalera, su inseparable amigo Chueco, el perro.
Recuperado y aunque tembloroso por la emoción y los nervios, se lanzó al escenario. Un éxito. El público, a pesar del intenso maquillaje que le ocultaba por completo las facciones del rostro, vitoreaba su nombre ¡Juan! ¡Juan! vanagloriando el regreso.
Pocos días después del estreno, en ventanilla del teatro podía leerse:
“Obra suspendida por duelo”
Y en los periódicos, el titular:
“Macabro hallazgo, aparece actor muerto, clavado con alfileres”.

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