domingo, 17 de enero de 2010

Fotografía



Regalo del escritor Guillermo Iglesias


Y, sin embargo, hay una vacilación, una pequeña discusión entre la sonrisa amplia y los ojos, que también sonríen pero con un dejo de precaución. Rubia, claro. No importa si la naturaleza fue asistida por algún refuerzo cosmético, hay unos brillos y reflejos que no se pueden inventar y unas ganas en el cabello de liberarse en un torrente indócil hasta alcanzar los hombros enmarcados por una prenda atigrada que planta un discurso: “Quiéranme por hembra. Pero que yo no me entere”.


Por Guillermo Iglesias 17 de enero de 2010

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